sábado, 17 de abril de 2010

LLENO COMPLETO EN LA PRESENTACIÓN DE "LA MEMORIA DE AGOSTO"

(Para oír el fondo musical pulse sobre el icono altavoz)

Cristina Pérez pasará a la historia de Sala Cultural Nueva Gala por haber sido la primera escritora que, desde su puesta en marcha, llenó por completo este espacio y firmó más ejemplares. Así mismo, será recordada esta presentación por la exquisita intervención de Remedios Sánchez y de la propia autora que reproducimos a continuación:

AGRADECIMIENTOS

Quiero empezar dando las gracias al equipo de la Sala Nueva Gala, un estupendo proyecto literario y cultural que se ha convertido en referente clave en Granada, por invitarnos a presentar la novela, así como por todo el trabajo de la preparación y el cariño que habéis puesto en ello: a Ginés, a Bernardino, a Antonio Arenas, por tu reportaje, a Pacurri (Francisco Martínez), por tu presentación y por este maravilloso power point que nos has preparado.

Gracias, también,

- a Remedios, por tu presentación, y por tu gran apoyo, desde el primer momento en que te dije que estaba escribiendo esta novela: leíste el manuscrito, te encantó, has estado animándome, ilusionada con mi trabajo. A Mariluz, que a última hora no ha podido estar en la mesa por cuestiones personales.

- cómo no, a la editorial Almuzara, al sello Arcopress, y muy especialmente a Javier Ortega, mi editor, por enamorarse de La Memoria de Agosto. Inicialmente Javier iba a estar en esta mesa, y me consta que tenía mucha ilusión, pero por circunstancias personales no ha podido ser. También a José Arévalo, jefe de prensa de la editorial.

- a mi familia, a mi sobrino Pablo –que ya se ha ofrecido a darme ideas para los próximos libros–, y a los amigos incondicionales: este momento os pertenece a vosotros casi tanto como a mí. Habéis leído el manuscrito, tantas veces como os lo he pedido: Raúl, Juan Ramón, Elisa, Begoña, Rafa, Lola, Fali, Vilma, José Gilabert.

- a mis compañeros de trabajo, a mis alumnos y alumnas, los de este año, y otros de hace bastante, con los que ahora me une una buena amistad.

- a todas las personas que nos acompañan, y que tanto se han alegrado de ver culminado este proyecto: gracias por vuestras palabras de cariño, por emocionaros conmigo.

A todas, a todos, por estar conmigo en este viaje de la escritura y de la memoria.

Un viaje que de algún modo culmina ahora, pero que empezó hace unos cuantos años. Ha sido un recorrido intenso, porque escribir una novela es una labor muy gratificante, pero también conlleva mucho trabajo. Escribir es tan absorbente que llega un momento en que no hay más remedio que suspender temporalmente la vida real, la de fuera de las páginas, para entrar de lleno en la ficción y entregarnos a ese otro universo que va cobrando vida e, incluso, autonomía en el transcurso del proceso, y que nos reclama toda la atención. Por eso, os agradezco que hayáis sabido comprender esas ausencias necesarias.

¿POR QUÉ EL TÍTULO DE LA NOVELA?

La memoria es sin duda la gran protagonista aquí, memoria como almacén de recuerdos a partir de los cuales se desarrolla la narración: se nos está contando algo que ocurrió entre 1999 y 2003, y se empieza a narrar un año más tarde.

La memoria como la mediadora entre tres puntos: por una parte, lo que realmente ocurre en un momento dado (si es que realmente puede hablarse de que haya una verdad totalmente objetiva en los hechos), de otra parte entre el modo en que vivimos las cosas, y finalmente, entre el modo en que después las recuperamos. La memoria es caprichosa, pero sobre todo es cíclica y recurrente, salta, se mueve en espiral, y esa es la estructura que he querido darle a la novela. He pretendido recrear el modo en que funciona el pensamiento, que es recursivo, que vuelve siempre a sus propios lugares comunes.

Pero también memoria entendida como sinónimo de recuerdo, un recuerdo muy fuerte con el que arranca el primer capítulo. Se empieza a escribir un mes de agosto, y lo que se cuenta pasó el agosto anterior.

Dividimos el tiempo en años (el año laboral, el año escolar), y el año tiene estructura cíclica. Eso hace que nos planteemos el transcurso de nuestras vidas en forma de tiovivo, como una especie de ronda continua (decimos “hoy hace un año de”, “el año pasado tal…”). Y el primer capítulo empieza precisamente así: “Hoy hace un año que volvió a Riazor”.

Agosto, desde que estábamos en la escuela, se nos presenta como el mes en que suspendemos la rutina cotidiana (la vida queda un poco en barbecho). Un momento incluso para la reflexión. Un buen momento para escribir. En agosto, además, ocurrieron los sucesos con los que arranca la novela. Son fechas clave el día 10 –momento en que se empieza a escribir– , el 11 y el 12 de agosto, Santa Clara. Lo que pasó en esos días pervive, y persiste, en la mente de la protagonista, que lo rememora cada año.

Todo el primer capítulo nos cuenta, más que un encuentro, un desencuentro, una gran decepción. Pero esa decepción es la que provoca la necesidad de volver atrás para contar la historia, si ya no hubiera camino de retorno. Aunque quizás no sea tarde para volver atrás, y eso es lo que se quiere explorar. De ahí la cita de Antonio Machado, en el capítulo final: “Hoy es siempre todavía”.

¿PERO QUÉ PASA EN LA NOVELA?

La mujer que está recordando es Belén, tiene 34 años, y trabaja en una editorial de Granada. Está marcada por su relación con César, un psicoanalista quince años mayor que ella. Ese amor se fue forjando a través de un intercambio de mails, de correos electrónicos. Al escribirse empezaron a aparecer voces antiguas, una especie de fantasmas, que ellos no saben exactamente quiénes son pero sí tienen una sospecha, en una especie de escritura automática. Esto les hace pensar que su historia va más allá de ellos dos (que –como suele decirse– están predestinados).

Un punto importante en la novela es precisamente la relación entre el pasado y el presente, y aquí se funde la memoria individual con la colectiva. Cuando hablo de memoria colectiva estoy basándome en las ideas de Jung, que nos dice que más allá de la conciencia individual existe una conciencia colectiva, una especie de almacén de recuerdos de generaciones precedentes, de toda la historia de la Humanidad, al que nuestra mente tiene acceso en momentos puntuales.

Otro concepto clave en el sistema de Jung es el de las sincronías: esas casualidades que nos pasan a veces, que nos sorprenden y nos dejan pensando…, como hablar de una persona y al momento encontrárnosla por la calle. Esto lo voy a ejemplificar con una anécdota curiosa que pasó ya terminada la novela; además, el protagonista de esta anécdota, Rafa, está aquí para corroborarlo. Página 86, capítulo “Ligar en Ganivet 13”. Belén y sus amigas están en el pub, un grupo de jóvenes se les acercan. Y uno de ellos se apellida Iruela, es abogado, y tiene el despacho en la calle Recogidas, amén de otros detalles. Esto se escribe en torno a 2006. Ahora nos trasladamos al año 2009, me presentan a Rafa, me entero de que es un gran lector, le pido que lea el manuscrito. Unos días después recibo una llamada, y Rafa me cuenta que se ha quedado de piedra, porque está leyendo y de pronto se encuentra a un personaje cuyos datos coinciden exactamente con los suyos: nombre, profesión, dirección de trabajo y no sé cuántas otras cosas más. Sin que yo lo conociera a él, por supuesto, cuando creé al personaje. (Pero ojo que Rafa es mucho mejor persona que los tipos de este episodio…) Pues toda la novela está cuajada de estas coincidencias inquietantes. En la historia de César y Belén se dan muchas casualidades significativas (nombres que se repiten, evocaciones comunes), y es por eso que creen tener un vínculo que viene de otras vidas.

Por todo eso extraño que le está pasando, Belén se plantea explorar el sentido de los azares. Empieza a indagar en la historia de su familia, y –sin revelar mucho–, diré que descubre un patrón que se repite en cada generación, en la vida de todas sus antepasadas. Esta es parte de la intriga de la novela: hay un misterio que se va resolviendo (nos remontamos a la guerra de Cuba, a antes incluso, al siglo XVIII).

Pero la relación con el pasado va más allá de la historia familiar: en la trama tiene un papel clave un cuadro de Rubens. Es el “Retrato de una dama de la infanta Isabel”. Belén se parece a la mujer del cuadro. Este cuadro siempre me ha intrigado, porque se desconoce la identidad de la posante, que no ha podido ser identificada a ciencia cierta por los estudiosos del pintor. Estuve investigando sobre el tema, y llegué a una conclusión bastante impactante sobre quién puede ser esa misteriosa joven, que se descubre al final.

De todas formas la mayor parte de la acción se desarrolla en la Granada actual. Se habla de personajes locales, ficticios por supuesto, de restaurantes, de calles… Aunque también es cierto que la idea del viaje es una constante. Hay un recorrido geográfico por distintos puntos en que se encuentran los protagonistas, y también viajes en el tiempo, como ese momento en que están en la estación del tren y se abre una especie de grieta en el tiempo para dejar paso a un paisaje decimonónico, se vuelve atrás, hacia los siglos XIX y XVII.

Además, la historia principal está salpicada de pequeñas historias. Es la idea del fractal, que en física es un objeto autosimilar, cuya forma se repite a distintas escalas; es decir, sus partes tienen la misma forma que el todo, como la planta del helecho: si la miramos por el microscopio observamos que las ramas son iguales a las hojas, y las hojas tienen la misma forma que las pequeñas partes de que están compuestas.

Crecemos, crecí escuchando historias. Los cuentos de hadas, los libros infantiles, los relatos de las abuelas, los cotilleos, las películas… Todas esas historias que escuchaba de pequeña reaparecen en este libro: relatos sobre el amor, sobre el mal de amores en las canciones populares, el sueño truncado de una película que me marcó de adolescente: Esplendor en la hierba, y, sobre todo, la lectura de Jane Eyre de Charlotte Bronte, referencia intertextual básica. Hay un paralelismo entre César y el señor Rochester de Jane Eyre, que se concreta en la figura de la primera esposa, la loca encerrada en el ático. Incluso había una historia gótica insertada en el relato, que iba escribiendo la propia Belén, y que finalmente decidí sacar porque dificultaba el ritmo de la lectura, pero que se publicará de forma independiente.

Se puede decir, por tanto, que la base de la novela es una historia de amor, o mejor dicho, historias sucesivas a lo largo del tiempo, que parecen ser siempre la misma. Y esto enlaza con la pregunta que más me han hecho:

¿QUÉ TIPO DE NOVELA ES?

Catalogarla de novela de amor… no lo sé, el amor forma parte de la vida, y lo que me interesaba era recrear lo cotidiano –teniendo en cuenta que lo cotidiano, muchas veces, es bastante insólito–. Quería escribir sobre lo que nos pasa por dentro mientras la acción se desarrolla fuera. Cómo las personas encaramos la vida, interpretamos los acontecimientos. Lo que nos planteamos: el por qué ocurren las cosas, el alcance de nuestra acción, las pasiones y cómo a veces nos trastocan o lo recolocan todo. En este sentido, me gusta la idea de un estudioso de la ciencia del caos, Prigogine, que dice: “del caos nace el orden”. La vida, como el mar, tiene momentos de calma y otros turbulentos. Lo importante es salir a flote.

Digamos que, utilizando una expresión de Thomas Pavel, no es escritura de la aventura (en tanto acción trepidante), sino que es meterse en la aventura de la escritura.

ESTRUCTURA Y ESTILO

Porque más allá de la historia que se cuenta, de la trama, está el modo en que se presenta. Y esto me interesaba mucho: explorar los límites del género, de la narrativa, de la ficción, qué significa el hecho mismo de escribir, cómo ficcionalizamos la vida, pero también la manera en que vivimos nuestras propias ficciones en el día a día: nos montamos historias todo el tiempo. Creo que, en última instancia, la novela trata sobre el hecho mismo de escribir. A este tipo de literatura se le llama hoy en día metaficción. Voy a leer al respecto un pasaje, el principio del capítulo quinto:

    Cuando llegaron a la habitación les llamó la atención un pequeño volumen. Recogía los relatos finalistas de un concurso patrocinado por la cadena del hotel. Es curioso cómo los acontecimientos impulsan, a veces, hacia donde secretamente se quiere ir. Porque fue entonces cuando le sobrevino la idea de novelar su historia….

    (salto)

    … ella se detiene en los nombres propios; envidia, de algún modo, a los desconocidos cuyas ficciones han logrado ver la luz. Cincelaron sus artificios, destilaron sus verdades, y en algún momento sus pequeños monstruos se separaron del cuerpo base para cobrar entidad autónoma, esporas autorreproducidas capaces de llegar a mil lugares remotos –de hacerse un hueco, incluso, en la secreta realidad de dos amantes, elocuentes testigos coladas de soslayo en una habitación de hotel–; dispuestas a sobrevivir a la célula madre y seguir dispersándose ad infinitum, ejerciendo un efecto imprevisible (y a veces inconstante) en el entorno.

    Y rescatar lo que viven empieza a convertirse en una necesidad imperiosa: la historia-espora dejará entonces de pertenecerles y pasará a formar parte de un medio compartido, anónimo, global. Rebasará sus límites vitales y existenciales. Pero no se da cuenta de que cuando escriba ya no será la misma. Ella –encadenada al tiempo, y por tanto susceptible de evolución– no sabe quién será cuando pasen cuatro años. Tendrá que adivinar e interpretarse… (138-39)

La protagonista, convertida en narradora años después, va a revisitar momentos, conversaciones, mensajes grabados en el teléfono, cartas, correos… Por eso la narración no sigue un orden cronológico ni lineal. De hecho, en la segunda página aparece una nota invitando a la persona que lee a componer su propio itinerario de lectura. Dice así:

    Esta novela no empieza por el principio de la historia. Si prefieres saber cómo comenzó todo deberás saltar al capítulo II. Tal vez únicamente quienes estén viviendo el caos, la locura del desamor debieran aventurarse a través de sus inicios. ¿Volver? Cuando tú quieras.

    En realidad, los principios no son tan importantes como cuentan. Y los finales… los finales ya ni siquiera existen. Lo que importa es lo que pasa en medio. Mejor aún, lo que importa eres tú en medio de estas páginas.

Esta nota en cierto modo es un juego, incluso una estrategia: no quería que se me aburrieran los lectores más impacientes. Sí que es cierto que la persona que lee se convierte en cómplice. En el último capítulo, que se titula “Qué hay tras la última página”, se dice que “la historia seguirá tras la última página de este libro. Quizás, incluso, quienes hoy la leen pasen a formar parte de su continuación”. Y aparece la dirección de un blog al que se remite a los lectores, que probablemente tendrán cosas que aportar. Porque no hay un final cerrado, como no lo hay en la vida. La narradora anuncia que va al encuentro de un futuro que ha de hacerse presente. “Si sale bien, no volverá a estas páginas”. Se suspende ese paréntesis de la vida de afuera, un paréntesis necesario mientras ha ido escribiendo, se cierra la ficción, al menos momentáneamente.

Y con esto acabo mi intervención.




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